domingo, 10 de abril de 2011

Departamento (Spleen II)

Los cadáveres se apilan en la sala de juntas. La máquina de café no funciona y todos rompen a llorar. Hay una pobre mujer que ha llamado setenta veces hoy a atención al usuario. No sabe que toda la plantilla del departamento se está pudriendo en la sala de control de calidad.
Y todos saben. Y todos huyen. Y todos aparcan. Y todos fuman. Y algunos me hablan.
Hoy, un 91%. ¿Y tú?
Miro a otro lado. El fax hace un ruido interesante.
La tarde se presenta perenne con leves apuntes de barniz caoba en su parte septentrional. Los microondas del comedor común desprenden un olor indescriptible. El mobiliario funcional y gris es fregado por una mujer mayor y gorda vestida con un horrible uniforme verde hospital. Se diría que la suciedad en este edificio es una enfermedad. Los colores también lo son. Todos vestimos de negro o de gris o de marrón o de azul oscuro o de todos estos colores combinados con preciso gusto.
A las seis y veintitrés de la tarde la luz cae perfectamente horizontal en el campo de futbito que se encuentra justo al lado de la estación de metro de Fuencarral. Si el cielo es claro, es 28 de Febrero del 2008 y acabas de salir del trabajo, el espectáculo es perturbador. Los árboles plantados por funcionarios del ayuntamiento asemejan bosques románticos y los edificios brillan de manera fulgurante. Hay silencio, el viento mece las ramas, y piensas en escribir una oda a un pedazo de hormigón en el que nadie juega al fútbol, cementerio de rodillas sangrantes, altavoz de goles infantiles, vertedero de las miradas de trabajadores modernos en temporada baja.

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