sábado, 18 de septiembre de 2010

Islö

He cambiado lo necesario para seguir siendo exactamente el mismo. Lo seguiré haciendo. 
Si pienso en caminar se destroza el impulso y caigo en las cunetas, que se frotan las manos, allá abajo. 
Creo que lo estoy haciendo bien.
De nuevo la sensación de haber faltado a clase. De no haber aprendido algo crucial que se agita espasmódicamente y a lo cual soy ciego.
De nuevo la sensación de ahogo, de estirar el cuello para poder respirar y sobresalir por encima de la superficie de mi propio cuerpo.
Una sensación de caída imperceptible pero caída, caída todo el tiempo. Algo sin demasiada importancia: algo necesario. 
La vastedad de los pensamientos uniformiza cualquier sentimiento posible, lo esclaviza y lo devuelve hecho pedazos, destrozado. 
En cada paso hay vidas enteras que resurgen y vuelven a hundirse. No es nada épico ni frívolo, la sensación puede llegar a ser reconfortante: a intervalos.
Aquellos sin un más leve óbice de timidez, aquellos que parecen estar preparados genéticamente para el éxito, aquellos con una respuesta siempre en la boca, ahora todos ellos están dormidos y yo todavía estoy aquí, despierto, observando todo aquello que se les oculta. Esta es mi victoria, algo que ni siquiera puedo celebrar.
Ha amanecido y estoy perdido en algún punto entre la calle Ircë y la plaza Obsö. Inmensamente feliz por un momento, desgraciado hasta el ridículo al instante siguiente. Mi temperamento cambia según la arquitectura de las casas que me rodean. Siento ansias de hablar con la gente que me rodea, es decir, con nadie. Es tan temprano que solo desfilaban coches por las calles, amén de algún que otro operario del ayuntamiento. Huyo de ellos porque sus miradas se parecen demasiado a la mía. ¿Qué verán sus ojos después de barrer incansablemente la misma calle día tras otro? ¿Qué milagros habrán surgido entre la basura, en el espacio entre su escoba y el suelo? Volver a casa, es en todo en lo que puedo pensar en este momento, aunque realmente es una necesidad que no surge de ningún pensamiento: es como si estuviese escrito en la programación de mi cuerpo.

1 comentario:

  1. volver a casa es la paradoja de regresar al origen, al lugar exacto que hay en la matriz de toda pregunta sobre el hogar, porque al contrario de lo que todos piensan no es ningún punto en el mapa. Por eso la sensación nos engulle hasta que logramos comprender que para llegar sólo hay que deslizarse hacia dentro, tan dentro que no hay luz capaz de ayudarnos a llegar. Es díficil pero al alcanzar el sitio y girar el pomo de nuestra puerta, el dentro y el fuera son uno y todo al fin tiene su respuesta. Sólo hay que atreverse a mirar...

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